sábado, 10 de diciembre de 2011

Central Park

El otro día decidí dar un paseo por la 5ª Avenida para ver de nuevo los espectaculares escaparates montados para esta época tan especial. Ir de tienda en tienda fotografiándolos e ilusionarme con cada uno de ellos, recordando la sensación de cuando era pequeña e iba a la Gran Vía de Bilbao a ver el Cortilandia. No tengo palabras para describir como me siento. Sin embargo, estas ventanas abiertas al público son más que simples historias para niños, son arte en estado puro. Desde los más clásicos como el lazo rojo de Cartier que envuelve el edificio, a los más vanguardistas como los grandes almacenes Saks. 




Pero no es oro todo lo que reluce, y no tardé en volver al mundo real. Me hallaba en una de las calles principales de la Gran Manzana, un viernes al mediodía y en plena temporada navideña. ¿A quién intento engañar? ¡Fue horrible! Imposible tomar una sola fotografía sin que apareciesen un montón de cabezas en ella, empujones, incluso hacía calor, a pesar de tener 4ºC de temperatura. Necesitaba salir de ahí lo antes posible y como en tantas ocasiones había hecho, huí a Central Park, también conocido como el Pulmón de Nueva York. 



Un gran parque situado en el corazón de la ciudad, donde los neoyorquinos acuden a disfrutar de la tranquilidad, a practicar todo tipo de deportes y a respirar un poco de aire puro. Un lugar donde el ruido del tráfico, el olor a comida rápida y el estrés desaparecen para dejar paso a amplias zonas verdes, con lagos, zonas de juegos para niños, bosques, e incluso áreas habilitadas para el deporte. 

Andar por sus caminos observando como las ardillas buscan alimento para pasar el invierno y pisando las hojas secas que nos recuerdan que el otoño está apunto de acabar, es como estar en el paraíso, como si de repente la metrópoli desapareciera y solo quedara la naturaleza. 




El parque en sí es una gran obra de arte bien pensado y diseñado por el arquitecto Calvert Vaux y el paisajista Frederick Law Olmsted en la segunda mitad del siglo XIX. En el interior del perímetro, se pueden encontrar alrededor de medio centenar de esculturas, incluso el Castillo de Belvedere, construido en estilo victoriano en 1865, una infinidad de puentes en diferentes estilos arquitectónicos y hasta un pequeño Zoo.



Caminando un día cualquiera es fácil ver a la gente paseando a sus mascotas, y lo remarco porque no solo pasean a los perros, ya que he visto hasta una señora paseando a un gato con una cadenita, deportistas entrenándose o simplemente personas que intenta mantener la línea, niños jugando, trabajadores que acuden aquí a disfrutar de su almuerzo, personas disfrutando de un picnic en buena compañía, o amantes de la lectura sentados en una roca, bajo un árbol, ensimismados en sus relatos de fantasía, intriga o amor. 

De la pequeña y acogedora villa de Bilbao a los enormes rascacielos de Nueva York, fue un gran cambio y había momentos en los que el ritmo de la ciudad podía conmigo, así que solía acudir aquí con bastante frecuencia, intentando escapar del barullo y el estrés. Con una novela entre mis manos era capaz de pasar horas en este espacio, distrayéndome con las ardillas que se acercaban curiosas a ver si tenía algo que ofrecerlas. Los pájaros envidiosos, también rondaban por si le caían algunas migajas de pan. 



Si los 9000 bancos de madera distribuidos a lo largo de todo el área hablasen... ¡Cuántas historias contarían! 

Os dejo el link de la página web oficial, para que echéis un vistazo a todo lo que ofrece este fabuloso lugar.

http://www.centralparknyc.org/visit/things-to-see/
http://www.centralparknyc.org/visit/things-to-do/

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